8 Dec 2019

54 bis Tafeña



Los Celtas tenían Samhain. La Iglesia Católica lo cambió a Día de Todos los Santos. Con un vasito de guíski a mano, los escoceses le devolvieron un poco del humor celta y le pusieron Halloween. Los irlandeses llevaron Halloween a los Estados Unidos. Ahí lo comercializaron y lo volvieron a exportar a este lado del charco, junto con sus calabazas, escobas estilo Harry Potter, sombreros puntiagudos y todo lo demás. Mientras tanto, aquí nosotros teníamos nuestras Tafeñas.

Tafeña es una palabra aborigen que, creo, se usa en varias de nuestras islas, especialmente El Hierro. Según algunos, se refiere a una comida de cereales tostadas y para otros a trigo tostado con azúcar. Puede ser, pero aquí en El Hierro es una celebración en la cual comemos castañas asadas y bebemos el vino nuevo. ¿Es solo coincidencia que las tafeñas se celebran, igual que Samhain, Todos los Santos y Halloween, al final de octubre? No lo creo. No estoy diciendo que todas estas fiestas sean lo mismo, ni que tengan el mismo origen, sino que ‘en todas partes cuecen habas’. Las castañas son la última fruta del año y el vino es nuevo, de uvas vendimiadas apenas dos meses antes. Las noches se refrescan. La Navidad es, sobre todo, para la familia, pero esta época es propicia para repasar el año también con amigos y conocidos, para recordar a los ‘Fieles Difuntos’ y para hacer planes para el futuro.

No hay sino platos y vasos de plástico pero se pueden llenar tantas
veces como uno quiere. Se ve que se toma muy en serio esta parte de
la Tafeña. Las castañas vienen después. Y el baile.
Es precisamente esto lo que nuestra cooperativa vinícola nos ofreció el jueves pasado. Por ‘nos’ quiero decir toda la isla, incluidos los visitantes. Empezó al oscurecer y todavía seguía cuando nosotros nos fuimos a medianoche. Se había montado al menos una docena de mesas de caballete para unas cincuenta comensales cada una, además de un escenario para los artistas, entre los cuales incluyo unas cuantas achispadas autoridades locales. Estos dieron el pistoletazo con los inevitables discursos, a los cuales algunos fingimos escuchar, mientras los estudiantes dejaron en las mesas botellas de los caldos nuevos – más de 400 litros se bebieron al año pasado cuando asistió menos público. Les siguieron a los políticos un espléndido espectáculo folklórico, más vino y las tradicionales garbanzas con carne de cabra, acompañadas de más música en vivo de diversos grupos folklóricos. El aire se llenó del humo de castañas asándose (¡qué sensación más primaria!) y todos hablábamos a los demás. El vino fluía. Niños corrían y chillaban por todos lados y, por una vez, nadie les hacía caso. La gente cambiaba de sitio o se levantaba para hablar con viejos conocidos y, antes que hubo un montón de cascaras de castañas y un par de botellas vacías delante de cada uno, la 
música había cambiado a un estilo menos exigente, en cuanto a coreografía, para el público en general. Lo que más sorprendió a un visitante extranjero a quién hablé fue, que a pesar de tanta gente – al menos 500 este año – y tanto vino, no hubo ninguna disputa ni trifulca.  Aún más le sorprendió que esta tafeña en particular se repite cada año. Gratis, para todo el mundo.

Se realizan muchas más tafeñas privadas en esta época, organizadas por asociaciones, agrupaciones etc., incluso familias. Son esencialmente iguales, pero sin los bailes folklóricos y los espectáculos. Lo que sí tienen, claro, son las castañas y vino.

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